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Por qué decir adiós es la parte más difícil del viaje de una doula



Es curioso cómo, como doula, empiezas siendo una completa desconocida. Sin embargo, al final del viaje, te convertirás en parte de la familia.


Hay un momento en el camino de toda doula del que nadie te advierte. No son las altas horas de la noche, las llamadas telefónicas a las 3 a.m. m., ni siquiera el peso emocional de presenciar un nacimiento: es un adiós.


Como doula, entras en la vida de alguien en uno de sus momentos más vulnerables y transformadores. Ha compartido los momentos más íntimos, crudos y transformadores de la vida de una familia. Te ríes con ellos, lloras con ellos y les tomas la mano durante todo el proceso.


Los has visto a través de las contracciones, las lágrimas, la alegría y esa abrumadora oleada de amor cuando conocen a su bebé por primera vez. Les tomaste la mano (literal y figurativamente), les ofreciste aliento y volviste tu corazón para ayudarlos a sentirse seguros y apoyados. Les ayudas a navegar por lo desconocido, celebrar sus victorias y recordarles su fuerza cuando más lo dudan.


Y entonces, un día, tu trabajo estará hecho.


¿Ese adiós? Es difícil.


Más que solo soporte



Cuando conozco a una familia por primera vez, lo importante es establecer confianza. Me dejan entrar en su mundo durante una época de inmensos cambios y emociones, y no lo tomo a la ligera. Con el paso de las semanas -o meses- construimos un vínculo. No se trata solo de posiciones de parto, consejos posparto o el agarre perfecto. Se trata de compartir un viaje.


Cuando llega el bebé, me siento parte de la familia. Creamos chistes internos, compartimos innumerables "primicias" y tal vez incluso lloramos juntos durante esas noches de insomnio. He sido su defensor, su animador y, a veces, simplemente su presencia silenciosa en la sala.


El agridulce adiós


Cuando una familia ya no te necesita, es a la vez gratificante y desgarrador. Por un lado, usted ha hecho su trabajo: ellos están prosperando, tienen confianza y están listos para enfrentarse al mundo como padres. Ese es el objetivo, ¿verdad? Para empoderarlos para que ya no te necesiten.


Pero, por otro lado, hay un dolor en tu corazón. Has invertido mucho de ti en su viaje. Los has visto en su forma más cruda y real. Decir adiós es como cerrar un capítulo de un libro que no estás dispuesto a dejar.


A veces me sorprendo preguntándome - ¿cómo están? ¿El bebé está durmiendo? ¿Han encontrado una rutina? ¿Consiguieron finalmente esa foto familiar perfecta con la que estaban soñando?


Cuando llega el momento de nuestra última visita, es como dejar atrás un pedazo de mi corazón.


Mantenerse conectada


Sin embargo, lo hermoso de ser doula es que el adiós no siempre es el final. Muchas familias se mantienen en contacto, me envían actualizaciones, fotografías e incluso me invitan a volver para tener el bebé número dos (¡o tres!).


Siempre les recuerdo: “Estoy aquí si me necesitan”. Ya sea que se trate de un mensaje de texto rápido sobre una pregunta o simplemente de compartir un hito, el vínculo que hemos creado no desaparece simplemente.


Eso es lo que me mantiene en marcha. Saber que he sido parte de su historia, sin importar cuán largo o corto haya sido mi capítulo, es un honor increíble.


Por qué hago lo que hago


Ser doula no se trata sólo de trabajo, sino también de relaciones. Se trata de ver a las familias crecer, prosperar y encontrar su ritmo. Se trata de ser parte de algo más grande que yo.


Y aunque las despedidas nunca son más fáciles, me recuerdan por qué comencé este viaje: para apoyar, empoderar y celebrar a las familias durante uno de los momentos más mágicos de sus vidas.


Entonces, a todas las familias con las que he tenido el privilegio de trabajar: gracias. Gracias por confiar en mí, acogerme y permitirme ser parte de tu historia.


Si estás leyendo esto y buscas a alguien que te acompañe en tu viaje, sería un honor para mí ser esa persona. Porque aunque las despedidas sean duras, el viaje siempre vale la pena. 💜




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